
NOVENA ESCENA
LA SEGUNDA VOZ
En cuanto John el Inmenso supo lo infeliz que ella se sentía, ya nada le importó. Ni la mafia ni todos sus jerifaltes.
- ¿Pero estás loco, John? – le advirtieron por todo Harlem – que es la chica del Jefe.
.
Pero a él igual le daba. Y es que no podía soportar verla tan triste siempre bajo la zarpa de aquel despreciable buitre. Entonces, John el Inmenso se engominó frente al espejo del camerino y, tomando a continuación su trompeta, decidió ir a su encuentro. Se había convencido por fin de que ante aquellos fascinantes ojos que lo miraban con tanta tristeza, nada mejor había que arriesgarse y esmerarse con la más sentimental segunda voz que jamás pudo nunca nadie escuchar.
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