jueves, 15 de enero de 2009



NOVENA ESCENA

LA SEGUNDA VOZ

En cuanto John el Inmenso supo lo infeliz que ella se sentía, ya nada le importó. Ni la mafia ni todos sus jerifaltes.

- ¿Pero estás loco, John? – le advirtieron por todo Harlem – que es la chica del Jefe.
.
Pero a él igual le daba. Y es que no podía soportar verla tan triste siempre bajo la zarpa de aquel despreciable buitre. Entonces, John el Inmenso se engominó frente al espejo del camerino y, tomando a continuación su trompeta, decidió ir a su encuentro. Se había convencido por fin de que ante aquellos fascinantes ojos que lo miraban con tanta tristeza, nada mejor había que arriesgarse y esmerarse con la más sentimental segunda voz que jamás pudo nunca nadie escuchar.

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